
Otra Oportunidad
Me despierto decidida a acabar con la ola de destrucción que me asola. La he asumido durante demasiado tiempo como algo reversible.
Provocada por una raza que me habita, empeñada en agotar mis recursos y convertirme en un planeta yermo, vacío, muerto, no tiene fin.
Me duele haber apostado siempre por la creación y la convivencia entre los seres vivos y ahora verme obligada a destruirles.
Al fin he encontrado la fuerza necesaria. Siento dentro de mí ser capaz de hallar una salida. Mi núcleo late con fuerza, apostando por mi supervivencia, empujando mis emociones.
Solo pequeñas cantidades de organismos complejos son capaces de sobrevivir en algunas áreas de mi corteza. Sin recursos sus posibilidades han ido mermando, acelerándose su extinción. Seres microscópicos terminarán por habitar en triste soledad mi atmósfera.
Desde hace soles, la temperatura durante el estío en muchas zonas alcanza los sesenta grados. La comida escasea y los incendios arrancan mi piel, dejando heridas enormes y estériles.
Recuerdo ser considerada un símbolo de creación, un ejemplo para mis vecinas, la mayor colonia de vida compleja de mi galaxia. Partes esenciales de mi intimidad formaron células que iban trasladándose de un ser a otro, dejando escrito en sus almas pequeñas leyes de vida y gestando un perfecto progreso en común,…, o eso suponía yo.
Les entregué parte de mi alma, de mi ilusión y esperaba notar como la acariciaban y la mimaban cada amanecer.
Hoy se inicia su fin. Inundando mi cielo de los gritos de los volcanes dormidos, el aire se convierte en veneno para esos seres vivos que pretenden acabar con su madre, con quien les hizo ser. Terremotos y temblores continuos abren mi corteza, engullendo todo lo que está a su alcance.
Esta destrucción es fruto de mi desesperación y su objetivo un nuevo inicio. La llamada de socorro parte desde lo más hondo de mi esencia como defensa contra esa plaga.
Un inmenso campo magnético se genera con la combinación calculada de varios metales de mi interior, unida a pequeños cambios voluntarios de mi rotación. El esfuerzo consigue emitir un enorme S.O.S a cientos de lejanas estrellas.
Doce lunas más tarde, miles de asteroides, atraídos hacia esa alfombra roja desplegada a través de la Vía Láctea, chocan contra mi atmósfera. Se distribuyen por mi cara visible, atravesando el enrojecido cielo y dejándose caer en forma de meteorito contra la corteza.
Su corazón, una molécula extraterrestre que desafía las leyes de mi física: dos gases unidos que muestran estructura líquida. Curiosa partícula.
Dejo que se derrame, que me invada por completo llegando a cubrir toda mi capa exterior. Percibo que esa materia no es capaz de penetrar hacia el núcleo, no me hace daño, me agrada, me acaricia. La sensación es muy dulce.
Crece, se expande, se acomoda a mi superficie hasta estabilizarse y acaba con todo.
Hace exactamente lo que necesitaba, terminar con cualquier forma de vida existente sobre mí hasta el momento, dándome otra oportunidad. Me alienta a pensar que voy a conseguir crear vida sostenible, seres complejos ordenados, ecosistemas en total armonía.
Ya conocía esta forma de reinicio planetario pero nunca la había puesto en marcha. Un cuerpo como yo solo es capaz de generar esa energía una vez durante su existencia.
Despreocupada por el final, confío plenamente en el éxito de este comienzo. Es necesario.
Han tenido que pasar más de cien órbitas alrededor de Andrómeda para que el líquido extraterrestre se acomode. Es curioso, ha sido tan fácil como lento.
La luna y mi campo magnético le han impuesto un reciclaje continuo, obligándole a mostrar varios estados. El descenso de la temperatura de mi corteza ha sido muy notable y me ha permitido dedicar mi esfuerzo a diseñar nuevos micro seres flotantes que habiten en ese líquido.
Iré avanzando en el desarrollo de formas de vida, quiero crear una raza superior basada en esta molécula, producto de la evolución de una sola especie. Será un animal que domine el planeta y que cuide de los demás, que destaque sobre todos ellos, tratándome como se merece una madre.
Presiento que esta vez, con la presencia de esta molécula, el agua, conseguiré hacer un trabajo envidiable.
Lo llamaré humanidad.
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